domingo, 30 de abril de 2017

INVITA A JESÚS A TU VIDA


LUCAS 24, 13-35
13 Aquel mismo día, dos de ellos iban camino de una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén, 14 y conversaban de todo lo que había sucedido.
15 Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos, 16 pero algo en sus ojos les impedía reconocerlo. 17 Él les preguntó:
- ¿Qué conversación es esa que os traéis por el camino?
Se detuvieron cariacontecidos, 18 y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
- ¿Eres tú el único de paso en Jerusalén que no se ha enterado de lo ocurrido estos días en la ciudad?
19 Él les preguntó:
- ¿De qué?
Contestaron:
- De lo de Jesús Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; 20 cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron, 21 cuando nosotros esperábamos que él fuese el liberador de Israel. Pero, además de todo eso, con hoy son ya tres días que ocurrió. 22 Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han dado un susto: fueron muy de mañana al sepulcro 23 y, no encontrando su cuerpo, volvieron contando que incluso habían tenido una aparición de ángeles, que decían que está vivo. 24 Algunos de nuestros compañeros fueron también al sepulcro y lo encontraron tal y como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron.
25 Entonces Jesús les replicó:
- ¡Qué torpes sois y qué lentos para creer en todo lo que dijeron los profetas! 26 ¿No tenía el Mesías que padecer todo eso para entrar en su gloria?
27 Y, tomando pie de Moisés y los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
28 Cerca ya de la aldea adonde iban, hizo ademán de seguir adelante, 29 pero ellos le apremiaron diciendo:
- Quédate con nosotros, que está atardeciendo y el día va ya de caída.
Él entró para quedarse con ellos. 30 Estando recostado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo ofreció. 31 Se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció de su vista. 32 Entonces se dijeron uno a otro:
- ¿No estábamos en ascuas mientras nos hablaba por el camino haciéndonos comprender la Escritura?
33 Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén; encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, 34 que decían:
- Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.
35 Ellos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Estamos en tiempos de pascua, el evangelio nos va relatando cómo los discípulos y los más allegados van descubriendo que Jesús ha resucitado. No lo entienden. Tienen dudas. Pero llega un momento en que lo comprenden y a partir de ahí son conscientes que Jesús vive. Es lo que hoy nos describe el evangelio con estas dos personas camino de Emaús.

¿Y esto para nosotros qué tiene que ver? Pues que también nosotros tenemos de descubrir a “Jesús resucitado”, porque cuando seamos conscientes de ello veremos las cosas, las situaciones y las personas de otra manera.

¿Y qué tengo que hacer para ser consciente de que Jesús vive?

1. Invitarle. Jesús está esperando que le llamemos.
2. Dejar que Él hable. Dejemos de hablar nosotros, dejémosle hablar a Él.
3.- Escucharle. Hacerle caso. Estar con Él.

A esto nos invita este tiempo de pascua. Si lo hacemos así nuestra vida se llenará. Como ocurrió con los dos, camino de Emaús. Feliz domingo.


sábado, 29 de abril de 2017

SI YO QUIERO HABLAR CON DIOS



Si quiero hablar con Dios,
Tengo que estar a solas,
Tengo que apagar las luces,
Tengo que callar la voz,
Tengo que encontrar la paz,
Tengo que aflojar los nudos
De los zapatos, de la corbata,
De los deseos, de los miedos.
Tengo que olvidar la fecha
Tengo que perder la cuenta
Tengo que tener  manos vacías
Tener el alma y el cuerpo desnudos.

Si quiero hablar con Dios,
Tengo que aceptar el dolor,
Tengo que comer el pan
Que el diablo amasó.
Tengo que volverme perro,
Tengo que lamer el suelo
De los palacios, de los castillos
Suntuosos de mi sueño.
Tengo que verme triste,
Tengo que encontrarme feo
Y a pesar de un mal tan grande,
Alegrar mi corazón.

Si quiero hablar con Dios,
Tengo que aventurarme,
Tengo que subir a los cielos
Sin cuerdas que me sostengan.
Tengo que decir adiós,
Dar la espalda, caminando
Decidido, por el camino
Que al final va a la Nada,
Nada, nada, nada, nada
Nada, nada, nada, nada
Nada, nada, nada, nada
De lo que yo pensaba encontrar.


Autor de la canción: Gilberto Gil

viernes, 28 de abril de 2017

¿PARA QUÉ HA RESUCITADO JESÚS?



"¿Para qué ha resucitado Jesús?", clamó Francisco, dirigiéndose a la multitud, y al imponente escenario, tan bellamente decorado para la ocasión. "Esto no es una fiesta para tantas flores, esto es bonito, pero es mucho más. Es el misterio de la piedra descartada, que termina por ser el fundamento de nuestra existencia. Jesús ha resucitado, y en esta cultura del descarte, donde lo que no sirve se usa y se tira, esa piedra descartada es fuente de vida. Y nosotros también somos esas pequeñas piedras en esa tierra de dolor, con la fe en Cristo resucitado encontramos un sentido en medio de tantas calamidades".

"El sentido de mirar más allá, donde no hay un muro, sino un horizonte, ahí está la vida, la alegría. Mira hacia adelante. No te cierres. Tu pequeña piedra tiene su sentido en la vida, porque eres parte de aquella gran piedra, que la malicia del pecado ha descartado", reclamó el Papa.

Frente a tantas tragedias, cada uno de nosotros, "piedrecitas que creen que se unen a aquella piedra, no serán descartadas, tienen un sentido. Con este sentimiento, la Iglesia repite desde dentro del corazón, Cristo ha resucitado".


"Pensemos cada uno de nosotros: hay problemas cotidianos, en las enfermedades que hemos vivido, que nuestros parientes han vivido, pensemos en las guerras, en las tragedias humanas. Y sencillamente, con voz humilde, sin flores, solos, delante de Dios, delante de nosotros mismos, no sé cómo funciona esto, pero estoy seguro de que Cristo ha resucitado, y yo apuesto sobre este mensaje", culminó el Papa, pidiendo a todos "volver a casa, diciendo, en vuestro corazón, que Cristo ha resucitado".

jueves, 27 de abril de 2017

LA VIDA CRISTIANA




La vida cristiana tiene todo un recorrido que conforma nuestra historia.

Primero hay una gestación y somos neófitos. Es una época de ir formándonos, poco a poco, porque hay que digerir muchas cosas y no es fácil, ya que el cristianismo, de alguna manera, va por caminos opuestos a lo que nos presenta la sociedad actual.

Por ejemplo el primero debe ser el último, la cabeza de la Iglesia lo es en el servicio no en el poder. Todo esto es difícil de asimilar y necesitamos nuestro tiempo.

Después tenemos la subida al Monte Carmelo, y seguir un camino de zonas altas y bajas. No es fácil tampoco pasar por momentos de mucha mística y otros de noche oscura en nuestra fe y a veces terminamos en el Calvario. La alegría y la tristeza  como se ve en estas máscaras van unidas en la vida.

Pero hay que confiar en el Señor. Porque SÓLO DIOS BASTA.

Un abrazo

Huellas

miércoles, 26 de abril de 2017

LA IMPORTANCIA DEL SILENCIO


Florence Nightingale, una mujer extraordinaria considerada precursora de la enfermería moderna, afirmó: “El ruido innecesario es la falta de atención más cruel que se le puede infligir a una persona, ya esté sana o enferma”. Casi dos siglos más tarde, la ciencia ha confirmado que nuestro cerebro necesita el silencio casi tanto como nuestros pulmones el oxígeno.

El silencio contribuye a regenerar el cerebro
Hasta hace poco se pensaba que las neuronas no podían regenerarse y que nuestro cerebro estaba condenado a un declive progresivo e inexorable. Sin embargo, con el descubrimiento de la neurogénesis todo ha cambiado, y ahora los neurocientíficos se centran en descubrir qué puede promover la regeneración neuronal.
En este sentido, un grupo de investigadores alemanes del Research Center for Regenerative Therapies Dresden han descubierto que el silencio tiene un impacto enorme en el cerebro. Estos científicos comprobaron que en el cerebro de los ratones que se quedaban en silencio durante dos horas cada día crecían nuevas células en el hipocampo, la región del cerebro relacionada con la memoria, las emociones y el aprendizaje.
Además, constataron que esas nuevas células eran capaces de diferenciarse e integrarse en el sistema nervioso central para cumplir diferentes funciones. Por tanto, reservar algunos minutos al día para estar en completo silencio podría ser muy beneficioso para nuestro cerebro, ayudándonos a conservar la memoria y a ser más flexibles ante los cambios.

 El silencio permite que el cerebro le dé sentido a la información
Nuestro cerebro tiene una “red por defecto” que se activa cuando estamos descansando. Esa red se encarga de evaluar las situaciones e información a la que nos hemos expuesto a lo largo del día y las integra en nuestra memoria o las descarta si son irrelevantes.
Básicamente, esa red funciona reclutando una serie de regiones del cerebro, que son las encargadas de seguir trabajando por debajo del nivel de la conciencia. También es la principal responsable de los destellos de genialidad ya que se encarga de ir atando cabos y buscar soluciones a los problemas.
Recientemente, investigadores de la Universidad de Harvard descubrieron que esa red se activa de forma especial cuando reflexionamos sobre nosotros mismos, por lo que sería esencial para reafirmar nuestra identidad. Estos investigadores también apreciaron que la red por defecto se activa cuando estamos en silencio y con los ojos cerrados ya que cualquier estímulo del medio que nos distraiga la “apagaría”.

El silencio es el mejor antídoto contra el estrés
Las ondas del sonido provocan vibraciones en los pequeños huesos del oído, los cuales transmiten el movimiento a la cóclea, donde esas vibraciones se convierten en señales eléctricas que llegan hasta el cerebro. El problema radica en que nuestro cuerpo está programado para reaccionar de manera inmediata ante esas señales, incluso en medio de un sueño profundo. Por eso, el ruido provoca una activación de la amígdala, la cual responde estimulando la producción de hormonas como la adrenalina y el cortisol, que incrementan nuestro nivel de estrés.
Por eso, no es extraño que un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Cornell haya descubierto que los niños que viven en zonas cercanas a los aeropuertos, donde hay mucho ruido, son más vulnerables al estrés. De hecho, estos niños tenían una presión arterial más alta y niveles más elevados de cortisol.
Afortunadamente, el silencio tiene el efecto opuesto en nuestro cerebro. Mientras el ruido causa tensión y estrés, el silencio tiene un efecto sanador y relajante. Así lo comprobaron investigadores de la Universidad de Pavia, quienes descubrieron que tan solo dos minutos en silencio absoluto son más beneficiosos que escuchar música relajante y provocan una mayor disminución de la presión sanguínea.
Por tanto, ahora ya lo sabes: disfruta del silencio. Tu cerebro, tu cuerpo y tu mente te lo agradecerán.


Enrique Martínez Lozano

martes, 25 de abril de 2017

DE PROFESIÓN VIVIENTES



Conforme aumenta nuestra edad y superamos la fecha de la jubilación, nos puede resultar más difícil contestar a la pregunta ¿cuál es tu profesión? De la que ejercimos ya somos unos ex, aunque el aprendizaje adquirido en ella forme parte de nuestra biografía. Identificarnos como jubilados es reconocernos como sin profesión. ¿No es el tiempo para descubrir -si no lo habíamos hecho antes- nuestra más profunda y auténtica profesión: la de vivientes? Las anteriores no pasaban de ser profesiones minúsculas que no desvelaban nuestra identidad más radical. Pero ser Vivientes no es fácil, hay muchos, jóvenes y mayores, que no pasan de ser Sobrevivientes: personas que son arrastrados por los avatares que les suceden, que no han empezado a ser protagonistas de su propia existencia. Hay los también Vividores: sólo piensan en sí mismos y emplean a los demás como meros instrumentos para sus fines; el goce inmediato, su nula resistencia a la adversidad y su incapacidad para la empatía les convierte en parásitos sociales. Y ¿no podemos llegar a ser Vivientes auténticos que hagan de la vida su profesión, al descubrir su sentido pleno: amar a quienes nos rodean, luchar por un mundo justo y merecer ser amados?

Pedro Zabala

Eclesalia

lunes, 24 de abril de 2017

¿QUIÉN RESUCITA HOY?


¿Quién no ha sentido, en algún momento de su vida, la experiencia de morir? ¿Quién no ha sufrido el dolor físico, casi somático, de una separación indeseada, de una palabra mal dicha, de un proyecto que se trunca, de un no sentirse comprendido o aceptado?

Cada uno de nosotros lleva grabadas infinitas pequeñas muertes en su geografía íntima. A veces tan pequeñas que no dejan cicatriz visible, pero aun así muy grandes. Lo suficiente como para que nos permitan reconocer esas mismas señales de dolor en otros cuerpos y rostros: las bolsas bajo los ojos de la señora que coge el autobús a las seis de la mañana, el ceño fruncido del funcionario que apenas musita un buenos días, el temblor en la voz de quien recuerda aquel amor del pasado, la inseguridad de la adolescente que se compara con sus amigas, la frustración del que no tiene trabajo, o de quien se busca cada mañana en el espejo y no se encuentra. No hace falta tener grandes problemas para sentirnos morir un poco (¿cuántas veces habremos alzado al cielo de otros ojos nuestra plegaria sentida y sincera, como diciendo calladamente: “¿por qué me has abandonado?”).

Sí, cada uno de nosotros es un testimonio encarnado de resistencia, de resiliencia (ahora que tanto se emplea esta palabra), de aprender a respirar hondo y reencontrar el ánimo, “el ánima”, ese soplo vital que nos mantiene vivos. Porque estamos hechos para resucitar. La nuestra es una bella historia de resurrección, un milagro de fortaleza en la fragilidad que nos impulsa una y otra vez a despertar del letargo, a ponernos en pie, afianzarnos sobre la tierra, dejar atrás nuestras fosas y encierros, y seguir caminando con la cabeza erguida y el pecho descubierto. Para volver a la vida, sí, pero no a la de ayer. Resucitar es recrearnos entrañablemente: asomarnos a aquello que nos duele y acariciarlo como quien unge el cuerpo o los pies de la persona amada. Acoger, aceptar, amar, conmovernos desde las entrañas. Y atrevernos a salir, sin pudor, expuestas las heridas en señal de victoria, más conscientes de nosotros mismos, renacidos y aún dispuestos a hacerlo todo nuevo.

La anastasis es ese dinamismo interno que TODOS y TODAS experimentamos al sentirnos liberados de nuestros miedos e infiernos. De nada sirve admirar este milagro de la Pascua cristiana, este rito de paso o transición, si después no lo reconocemos en nuestra vida cotidiana. Y de poco sirve, además, esta experiencia de sanación personal si no transforma nuestro modo de contemplar a los demás y convivir con ellos. Quien ya pasó por una situación parecida comprende a quien ahora está sufriendo, sabe escuchar (porque también un día necesitó esa acogida), sabe acariciar con palabras y con gestos, domina el lenguaje de la ternura, y sabe conceder espacio, tiempo y dignidad a quienes se encuentran librando esa dura batalla. Porque un día fue también la suya; porque es la de todos.

Cada uno de nosotros está llamado a ser testimonio de resurrección para quienes no alcanzan a ver (y aguardan anhelantes) el estallido del alba. En silencio, nos decimos: “Yo pasé por ese trance que tú atraviesas hoy y salí fortalecido. Sé de tu dolor y me conmueve. Y en cuanto quiera que venga a partir de ahora, no estarás solo/a. Seguimos adelante. Estoy contigo”. Ayudarnos a morir, ayudarnos a vivir: he aquí el milagro que se entreteje cuando dos o más personas se reconocen desde la com-pasión y el amor. La radicalidad de este sentir común, de esta comunión que se llena de sentido por lo sentido, nos moviliza e interpela a adoptar una nueva manera más sensible, empática y receptiva de estar en el mundo. Renacidos una y otra vez de tantas pequeñas crisis, albergamos en nosotros un espíritu de sabiduría y fortaleza que nos impulsa a ser portadores de paz, “resucitadores” de otros.

Luego están esas otras muertes: las que nos arrancan de nuestro lado y para siempre a las personas que amamos y que nos aman, y dejan henchido de ausencia el espacio que antes ocupaba su figura. Hermoso y triste vacío habitado. Quien más, quien menos, sabe a qué me refiero. Hace algo más de dos años perdí a mi mejor amigo y no ha pasado un solo día en que no lo haya recordado. Como la Magdalena, también yo fui al sepulcro para visitar y honrar el último lugar en la tierra donde reposó el cuerpo de mi amigo. Sabía que no lo encontraría allí, que aquel nombre sobre esa lápida fría poco o nada podría decirme del hombre que yo había conocido. Fui, no obstante, porque más allá del vértigo que produce el abismo, somos materia en busca de un abrazo. Y, como hemos hecho tantos, lloré junto a su tumba la tristeza de no volver a verlo. Enterramos a nuestros muertos pensando que con ellos muere también una parte de nosotros mismos, una determinada manera de pronunciar nuestro nombre, retazos de una historia hecha recuerdos.

Transcurre el tiempo (tres días, tres meses, tres años) y, en un determinado momento, incomprensiblemente, ciertos lugares parecen reavivar en nosotros aquella presencia tan amada. Resuenan en lo profundo sus palabras, como el eco de una musiquilla que creíamos olvidada. Comenzamos a revivir instantes y destellos de experiencias compartidas. Y descubrimos con sorpresa que los consejos y enseñanzas de las personas que amamos todavía nos acompañan, nos conforman e iluminan el camino. Así debieron sentirlo los discípulos de Jesús (mi espíritu permanece con vosotros), siendo en realidad una experiencia al alcance de todos. Y cuando esto ocurre, nace en los labios (rebosa del corazón) la sonrisa cómplice y serena de quien, al fin, comprende todo. Y sabe (porque lo ha experimentado) que el milagro de la Vida que se entrega sin medida consiste en un irse dando poco a poco, en un quedarse en los demás cada vez con mayor hondura, en un dejar los corazones sembrados con la belleza de los encuentros.

También era esto, resucitar: un reavivar muy dentro esa mirada que alguien (Alguien) nos regaló un día, haciendo que ya nada volviera a ser lo mismo. Un abrirse a la certeza de un Amor partido y repartido, capaz de inaugurar otra forma de comunión y de presencia. Y un alegrarse sin medida y un agradecer el poder transformador de ese Amor. Agradecer siempre. Porque, al cabo, ¿quién no ha tenido alguna vez esta experiencia de resurrección?


María Teresa Sánchez Carmona

domingo, 23 de abril de 2017

LA FE SE SIENTE Y ES RAZONABLE


JUAN 20, 19-31
19 Ya anochecido, aquel día primero de la semana, estando atrancadas las puertas del sitio donde estaban los discípulos, por miedo a los dirigentes judíos, llegó Jesús, haciéndose presente en el centro, y les dijo:
- Paz con vosotros.
20 Y dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos sintieron la alegría de ver al Señor. 21 Les dijo de nuevo:
- Paz con vosotros. Igual que el Padre me ha enviado a mí, os envío yo también a vosotros.
22 Y dicho esto sopló y les dijo:
- Recibid Espíritu Santo. 23 A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados.
24 Pero Tomás, es decir, Mellizo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. 25Los otros discípulos le decían:
- Hemos visto al Señor en persona.
Pero él les dijo:
- Como no vea en sus manos la señal de los clavos y, además, no meta mi dedo en la señal de los clavos y meta mi mano en su costado, no creo.
26 Ocho días después estaban de nuevo dentro de casa sus discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús estando las puertas atrancadas, se hizo presente en el centro y dijo:
- Paz con vosotros.
27 Luego dijo a Tomás:
- Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel.
28 Reaccionó Tomás diciendo:
- ¡Señor mío y Dios mío!
29 Le dijo Jesús:
- ¿Has tenido que verme en persona para acabar de creer? Dichosos los que, sin haber visto, llegan a creer.
30 Ciertamente, Jesús realizó todavía, en presencia de sus discípulos, otras muchas señales que no están escritas en este libro; 31 estas quedan escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y, creyendo, tengáis vida unidos a él.

Desde el día de Pascua el evangelio nos viene relatando distintos episodios en los que los discípulos viven el misterio de la resurrección de Jesús. Y el evangelio de este domingo acaba diciéndonos que hubo muchas señales más, pero que se dan dejado escritas éstas para que creamos y creyendo vivíamos unidos al Señor. La fe en Jesús resucitado no es una fe ciega, ilusoria o irracional. La fe es una experiencia personal con Jesús. Creemos porque de alguna manera hemos recibido en nuestra mente y en nuestro corazón la presencia del resucitado. Los discípulos que sintieron esa presencia de Jesús nos lo han dejado contado en los evangelios. También ellos se resistieron a creer, como ocurrió con Tomás. Hagamos el esfuerzo de vencer las resistencias. Porque también cada uno de nosotros tenemos que sentir que dentro de nosotros está el Espíritu Santo. Por eso la fe, aunque no se pueda explicar desde la razón, es razonable porque desde el corazón, desde el alma tenemos la certeza que Jesús vive porque así lo experimentamos en muchos actos de la vida de cada día.

Amigos de los equipos no dejemos que nuestra fe se apague, alimentemos la vela de su existencia dejando que sea el mismo Jesús quien nos hable. Eso es posible en la oración. Porque cuando se siente a Jesús todo cambia, crece la vida. Mira el viedo que sigue. Feliz segundo domingo de pascua.
   

viernes, 21 de abril de 2017

JILGUEROS EN LA CABEZA


Jilgueros en la cabeza. Autora: Carmen Guaita.

Un  libro que merece la pena leer y del que compartimos algunas perlas:

1.      Lo más importante en la vida es ser fiel a uno mismo. No lo olvides
2.      Escucha los jilgueros que cantan en tu interior
3.      Guardo en mi corazón todas las miradas de amor que he recibido
4.      En Italia soy italiana en Irak soy iraquí
5.      He vivido hasta hoy mil vidas de otros, pero aún no he nacido a mi
6.      La felicidad y la desdicha es el amor
7.      Mi padre me abrió todas las puertas de la cultura y me cerró las del corazón
8.      En su infancia construyó un muro a su alrededor para que los sentimientos no pudieran salir
9.      Se acostumbró de niña a que le concedieran los caprichos y por eso no aprendió las lecciones de la vida
10.   Cuando creas que no te mira nadie, recuerda que te mira Dios
11.   Mi madre se suicidó. Era alcohólica. Ya está, ya se lo he dicho.
12.   Sobreviví a todo porque me dio la gana, porque quería vivir.
13.   No tengas miedo a nada y menos que nada a la soledad
14.   La felicidad consiste en encontrar el hilo entre lo que eres y lo que haces
15.   Soy una atea que se plantea a diario la existencia de Dios
16.   La capacidad de crear es fuente inagotable de felicidad
17.   Donde no se pueda amar es mejor pasar de largo
18.   De tanto llevarme de la mano, cuando tuve que subir un escalón me pareció una montaña
19.   La vida eterna empieza aquí en el amor que damos
20.   Es dramático quedarse anclado en los amores que no podrán ser
21.   El esfuerzo de adaptarte a la corriente te hace más sabia
22.   ¿Por qué hago lo que no deseo?

23.   Hay que entender el para qué del sufrimiento y dejar de preguntarse por el porqué.

jueves, 20 de abril de 2017

EL CREDO PASCUAL


                                               
                       


Hemos recibido un Power Point sobre este tema del Credo de la Pascua y nos ha gustado mucho. Repetimos algunas de sus frases porque son para recapacitar.
• Creo que en tu resurrección  mi fe ha encontrado su apoyo más firme en la luz, en la fuerza y en la paz que nos ofrece tu presencia.
• Creo que en tu resurrección  ha sido vencida definitivamente mi cobardía y han sido desafiados todos mis viejos temores.
• Creo que en tu resurrección yo he sido despertado a una vida sin murallas ni fronteras.
• Creo que en tu resurrección pierden peso los rencores entre hermanos  y apoyo las turbias asechanzas de los hombres.
• Creo que en tu resurrección esta mi carne mortal ha recibido ya las arras de una vida que se extiende más allá de la muerte.
• Creo que en tu resurrección nuestra fe ha adquirido categoría  de palpabilidad y de contacto, de certeza y de promesa.
• Creo que en tu resurrección nuestra esperanza ha dejado de confundirse con un frívolo optimismo y con una utopía ineficaz.
• Creo que en tu resurrección nuestro amor humano renace finalmente en una sincera cercanía  a los que nada son y nada cuentan.
• Creo que en tu resurrección la historia de los hombres y mujeres de nuestra sociedad puede hallar al fin su centro y su último sentido.
• Creo que en tu resurrección el mundo en que vivimos ha dejado de ser tan sólo un escenario  para convertirse de verdad en compañero del hombre.
• Creo que en tu resurrección  todas las cosas de esta tierra han recobrado su limpia luz de la creación  recién nacida.
• Creo que en tu resurrección fueron bendecidos el trabajo y el progreso, el dolor y el sufrimiento, el amor y la amistad.
• Creo que en tu resurrección a todos los pobres, marginados y descartados de este mundo se les anuncia la definitiva y feliz liberación.
• Creo que en tu resurrección los hermanos difuntos que nos han precedido en el signo de la fe alcanzan finalmente  la paz y la luz de tu presencia.
Amén. Aleluya. José-Román Flecha Andrés
Escojamos cada uno  de nosotros uno de los puntos y recapacitemos sobre él.

Un abrazo

Huellas

miércoles, 19 de abril de 2017

EL HURACÁN Y LA PAZ


La imagen cedida por el Observatorio de la Tierra, de la NASA, del 1 de septiembre de 2016, recoge desde un satélite al huracán Hermine aproximándose a la costa occidental de Florida (EE.UU.).

 Vivimos tiempos de huracanes y turbulencias: políticos, sociales, personales. En medio de esas circunstancias es fácil participar de una sensación difusa de angustia, a la que se une la invasión de una chismosa mente que nos torpedea. ¿Puedo así ser feliz o al menos estar en paz?

El día en que ves claro que tú no eres el personajillo que se debate en los quehaceres cotidianos de bien y mal, amor y desamor, alegría y tristeza, noticias malas y buenas, sino que eres el Yo real que reside en tu interior, la vida se realiza y sobreviene la paz.
Pero eso no significa que cese el sufrimiento.

Mientras vivamos en la relatividad del espacio y el tiempo, vendrán historias luctuosas, días buenos y malos, el sube y baja de la limitación.

La diferencia es que podrás mirar el dolor como desde un palco.

En la superficie el mar o la atmósfera estarán calmos o turbulentos, con olas suaves o encrespadas. Pero en el fondo el mar quedará siempre imperturbable, quieto, eterno, pleno; y allá arriba sigue el inmenso cielo estrellado. Las olas y el viento pueden zarandearte. Tú limítate a salir fuera de todo eso sin juzgar, permanece atento.

Algunos místicos enseñaron que hay que despreciar el afuera, ese vaivén de las olas, el flujo y reflujo de la marea, la temporalidad.

Pero las olas también son parte del mar. Es bella la quietud del mar ensangrentado del crepúsculo. Y también es bella, aunque dura, la tempestad y la galerna. Si conoces el juego y la variedad de colores, disfrutarás “a tope” de ambas.

La clave es verlas desde el fondo, implicándote lo justo, como quien contempla la catástrofe del Titanic desde la butaca del cine. Se asusta, pero no del todo, pues sabe que no es más que un film. Estás y no estás. Mientras exista este universo existirá la turbulencia, que también es bella y tiene sentido si se mira desde el silencio del fondo, desde su función en el universo. Tendrás que luchar para cambiar lo cambiable, claro. Pero al final no puedes parar el huracán. Eso sí, puedes espiritualmente hacer surfing sobre él, o bucear más abajo, conectándote con la presencia que habita dentro, con su silencio, el mar y firmamento de energía sin apellido que lo origina y al que perteneces.


Pedro Miguel LAMET, El huracán y la paz, en Revista21, octubre 

martes, 18 de abril de 2017

INMINENTE TSUNAMI A LA BIBLIA


En este momento se están formando, en el alto océano de las tendencias históricas, diversos tsunamis que sacudirán fuertemente las playas de lecturas bíblicas en un futuro no definido todavía.
Constituyen, desde ya, una amenaza a la tradicional lectura de la Biblia, tal como se practica en incontables Comunidades cristianas de todo el mundo.
Son agitaciones de diversos tipos, como aquellas provenientes de exacerbaciones de un tipo de lectura bíblica largamente practicado por las Iglesias históricas: una lectura fundamentalista.
…/….
Una buena reacción ante el tsunami científico me parece ser la formulada por Joseph Moingt cuando escribe “creer a pesar de todo” (‘croire quand même’). Es verdad: la Biblia es una construcción imaginaria, la más grande y la más antigua de todas las construcciones imaginarias de la cultura occidental. Atravesó siglos y todavía perdura, no a causa de su valor histórico, sino por los valores éticos que expresa:
– el amor al prójimo
– el perdón
– el acogimiento
– la fraternidad
– la misericordia
– la fe
– la esperanza
– el universalismo
– la sensibilidad por los marginados y sufrientes.
…/….
Ninguna literatura habla de los pobres como habla la Biblia. Eso, por sí solo, ya basta para “creer a pesar de todo”.

Eduardo Hornaert

Atrio

Es una reflexión muy interesante sobre la manera de leer la Biblia. Los interesados en leer el artículo completo pueden pinchar aquí. 

lunes, 17 de abril de 2017

MÍSTICA


La palabra mística ha vuelto a utilizarse, manifestando con ello lo que ahora se ha dado en llamar una tendencia. No es que el término hubiera desaparecido, pero se usaba únicamente para referirse a las experiencias de los grandes contemplativos del cristianismo o de otras religiones. Hoy, al menos en ciertos medios, es una palabra de uso común para caracterizar un componente esencial de una existencia cristiana.

Es lo que anticipó la frase de Karl Rahner, ya convertida en tópico, según la cual el cristiano del siglo XXI sería un místico o no sería.

El teólogo alemán insistió repetidamente en sus obras en el hecho de que, frente a la concepción del teísmo corriente, Dios es el misterio absoluto. Dios habita en una luz inaccesible, ningún ojo humano lo ha visto ni lo puede ver.

Y ¿cuál deberá ser, pues, nuestra actitud ante ese Dios misterio? Teilhard de Chardin lo expresaba de esta manera: “Perderse en el Insondable, sumergirse en el Inagotable, pacificarse en el Incorruptible, absorberse en la inmensidad indefinida (…) darse a fondo a Aquel que no tiene fondo”.

Es ya bien conocido que la última frase del Tractatus de Wittgenstein asevera que “de lo que no se puede hablar hay que callarse”. Pero precisamente eso de lo que, según el filósofo austriaco, no puede hablarse es lo “místico”.

Parece, pues, cada vez más claro que la religión es un instrumento para ayudar a hacer la experiencia de ese Dios insondable y de la entrega a Él sin reservas. Y, en consecuencia, la catequesis debería ser sobre todo una iniciación a la experiencia mística.

Lo decía el mismo Rahner, hablando de la piedad del futuro: “la iniciación debe darnos una verdadera ´imagen de Dios`, a partir de la experiencia de que Dios es el incomprensible, de que su incomprensibilidad crece cuanto mejor se le comprende, cuanto más se acerca a nosotros su amor, que solo se convierte en nuestra felicidad cuando se le adora y se le ama incondicionadamente. Pero tampoco basta un Dios lejano: Dios no es lo contrapuesto a la cercanía del mundo, sino que está por encima de estas contraposiciones. Esta iniciación nos debe enseñar a estar cerca de Dios, a llamarle ´Tú`, a penetrar en su misterio, a no tener miedo de perderlo mientras invocamos su nombre, porque Dios no está fuera de nosotros. Finalmente esta iniciación debe mostrarnos cómo Jesús de Nazaret, el Crucificado y Resucitado, forma parte de ella misma”.

Es que, si en esa invocación a la mística el cristianismo coincide con otras religiones, a continuación juega con una dialéctica en la que a Dios, a quien nadie ha visto, lo hemos contemplado en Jesús. El Dios innombrable es nuestro Padre y lo que es invisible e intangible lo hemos visto con nuestros ojos y tocado con nuestras manos.

Detrás de lo que acaba de decirse está mi convencimiento de que sólo puede llegar a Jesús quien se ha adentrado en ese camino de la mística. El mismo se quejaba de los que “tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen” es que estaba convencido de que sólo podrían hacerlo los adoradores en espíritu y en verdad.

Sin ese acceso desde la mística, muchos verán a Jesús únicamente como un predicador del amor a los demás, una conclusión a la que veo con sorpresa que llegan ahora algunos cristianos veteranos. Pero ciertamente no es difícil acabar en esa reducción que elimina o seculariza frases y afirmaciones de Jesús o sus discípulos. ¿Cómo, si no es desde una experiencia profunda, puede afirmarse algo que parece desmentido por la realidad, que “todas las cosas colaboran para el bien de los que aman a Dios”? Lo mismo ocurre con la argumentación de Pablo sobre la cruz, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles pero para los creyentes poder de Dios y sabiduría de Dios.

Parece que la mística se abre camino. Como decía Thomas Merton: “Quizá sea muy importante, en nuestra época de violencia e intranquilidad, redescubrir la meditación, el rezo intuitivo, íntimo y silencioso, el silencio creativo cristiano”.

Carlos F. Barberá

Atrio

domingo, 16 de abril de 2017

DOMINGO: RESURRECCIÓN



Es la gran noticia. Es lo mejor que tenemos y que somos. Es lo que nos va a acontecer. Es Cristo quien VIVE. Después de la pasión, después del dolor, tras el silencio, después de la muerte y el vacío ha llegado la VIDA. Es la resurrección. La plenitud del amor. Es un misterio. Pero sabemos por la fe que es lo más grande. Es ver a Dios, es estar junto a Cristo, es comprender el Espíritu Santo, es quitar el velo de la Trinidad. Es entrar en Dios. Feliz pascua. Feliz Vida.

La bella flor que en el suelo
plantada se vio marchita
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

De tierra estuvo cubierto,
pero no fructificó
del todo, hasta que quedó
en un árbol seco injerto.
Y, aunque a los ojos del suelo
se puso después marchita,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

Toda es de flores la fiesta,
flores de finos olores,
más no se irá todo en flores,
porque flor de fruto es ésta.
Y, mientras su Iglesia grita
mendigando algún consuelo,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

Que nadie se sienta muerto
cuando resucita Dios,
que, si el barco llega al puerto,
llegamos junto con vos.
Hoy la cristiandad se quita
sus vestiduras de duelo.
Ya torna, ya resucita,

ya su olor inunda el cielo.

sábado, 15 de abril de 2017

SÁBADO SANTO: VACÍO





También en semana santa hay vacío. Cristo murió y todo se ha derrumbado. ¿No era el Mesías? Es un vacío de inquietud, esperando el amanecer. Porque confiando en Dios ese vacío sabemos que se va a llenar. Hoy, en sábado santo, es como si hubiéramos perdido el camino. Pero sabemos que esta niebla levantará y volveros a encontrarle. Porque Dios no se oculta y sabe presentarse a nuestros ojos si somos capaces de abrirlos. Los ojos del corazón. Sabemos, por la fe, que ese vacío será momentáneo. Hasta la resurrección que nos ha anunciado.

viernes, 14 de abril de 2017

VIERNES SANTO: DOLOR




No hay Semana santa sin dolor. Porque Cristo sufrió y pasó dolor. Y en todas las vidas hay dolor y sufrimiento. La materia ineludiblemente lleva consigo dolor y muerte.  Es necesario aceptarlo. Pero hay que saber también que ese dolor pasa. Es un dolor lleno de esperanza. Hoy, día de viernes santo, toca recordar el dolor, pero un dolor que sabemos que pasará pronto. Es un dolor con esperanza. Es un paso inevitable hacia la luz. Para entender la verdad. Para entrar en el misterio de Dios. 

jueves, 13 de abril de 2017

JUEVES SANTO: AMOR




Nada hay más grande. Ahí está todo. Amar. Esa es la cuestión. Esa es la grandeza. Eso es la verdad. Amar. Sin esperar nada. Sin contrapartida. Sin nada a cambio. Amar porque somos en esencia amor. Amar porque es lo que nos hace felices, lo que nos lleva a la verdad, lo que nos hace penetrar en el misterio de Dios, lo que nos acerca a los demás. Amar sin más. No hay que hacer nada más. Solo Amar. Todo amar. En este jueves santo no olvides que “amando ya lo haces todo”.